Investigadores de la Rutgers University apuntan que el cielo de la mítica obra muestra las raras “nubes nacaradas” características del frío invierno en el sur de Noruega
“Estaba caminando por la carretera con dos amigos. El solse ponía y sentí una ola de tristeza. El cielo se volvió de repente rojo sangre. Me detuve, me apoyé cansado en una valla y miré hacia las nubes rojas como sangre y lenguas de fuego. Mis amigos continuaron y yo me quedé parado allí, temblando de angustia, y sentí como un vasto e interminable grito pasaba a través de la naturaleza”.
El pintor noruego Edvard Munch (1863-1944) describió de esta manera, en una entrada realizada en su diario personal el 22 de enero de 1892, el origen de El grito, sin lugar a dudas su obra más icónica, realizada en 1893. Hay hasta cuatro versiones del cuadro, producidas entre 1893 y 1910, y una litografía hecha en 1895.
El paisaje de ‘El grito’ muestra Oslo vista desde la colina de Ekeberg, junto al fiordo Kristiania
Los trazos de su pincel representaban la angustia y desesperación existencial de una persona con el paisaje de Oslo al fondo, visto desde la colina de Ekeberg, junto al fiordo de Kristiania. Abundantes colores cálidos, luz semioscura y un hombre gritando en un sendero vallado mientras otros dos individuos con sombrero se alejan.
Edvard Munch fue el segundo hijo de Christian Munch, un hombre muy religioso, severo y conservador. Su madre murió en diciembre de 1868 de tuberculosis, el mismo destino que ya había sufrido uno de los abuelos del artista. Su vida llena de dificultades, la pena, la melancolía y la convicción de Edvard de que sucumbiría a la locura -que afectó a otros miembros de su familia como a su hermana menor, recluida en un manicomio- se considera que influyeron en su estilo artístico y en sus temáticas. La sangre y la melancolía son presentes en muchas de sus pinturas.
Una serie de cielos con nubes nacaradas (Rutgers University)
La escena principal es tan potente que centra todas las miradas. “El límite de una obra de arte está en su capacidad para representar el grito”, aseguró el filósofo Schopenhauer. Pero Edvard Munch pareció traspasar esta barrera. Y, aún así, hay más detalles interesantes ocultos en su obra. El cielo, por ejemplo, es el principal.
¿De dónde salen esos colores? El rojo sangre, las lenguas de fuego que surcaban el cielo, contribuyen a la sensación de ansiedad, a la cárcel interior en la que parece enclaustrado el protagonista del cuadro. Sin embargo, esa bóveda tricolor esconde algo más. “Son nubes nacaradas”, asegura Alan Robock, profesor de la Rutgers University.
Comparativa. A y B pertenecen a dos versiones de 'El grito'. C es un cielo con nubes nacaradas. D representa un atardecer volcánico (Rutgers University)
Las nubes nacaradas (o nube estratosférica polar) se caracterizan por sus vistosos tonos pastel y se observan en raras ocasiones durante los fríos meses de invierno en el sur de Noruega. “Munch era propenso a pasar su tiempo al aire libre y en muchas de sus obras incluye representaciones de cielos y escenas campestres. Investigadores anteriores ya habían sugerido que el pintor pudo haber visto una puesta de sol volcánica generada por una erupción del Krakatoa en 1883 y reflejó ese recuerdo en el cielo de El grito”, escriben en un estudio publicado en el Bulletin of the American Meteorological Society .
Alan Robock considera que quien grita “es el cielo”. “La persona de la pintura se tapa los oídos con las manos para no oír el grito”, señala en un comunicado. La luz que se encuentra debajo del horizonte ilumina las nubes nacaradas (o madreperla) y la obra de Munch sería “una de las primeras documentaciones visuales” de este curioso fenómeno meteorológico.
Una de las versiones de la obra se vendió en 2012 por un precio récord de 119.9 millones de dólares
Una de las versiones de la obra se vendió en 2012 en la casa de subastas Sotherby’s por un precio récord de 119.9 millones de dólares. “Munch tuvo oportunidad de observa nubes nacaradas durante el período 1883-1910, cuando se pintaron varias versiones del cuadro. El análisis de color, comparado con fotografías de puestas de sol volcánicas, puestas de sol no volcánicas y nubes nacaradas, combina mejor con las nubes estratosféricas polares que con los otros fenómenos”, apuntan.
Los autores apuntan, además, que es poco probable la hipótesis de la influencia de la erupción del Krakatoa. “En 1883, Munch tenía apenas 19 años y llevaba una vida bohemia en Oslo. Además, aún no se había desarrollado plenamente el estilo pictórico expresionista, tan influenciado por Van Gogh, Monet y Gauguin”, escriben.
Munch pintó cuatro versiones de 'El grito' entre 1893 y 1910 (Rutgers University)
Otro factor que les lleva a descartar que El grito se pintara en la década de 1880 es que el padre de Edvard no murió hasta 1889. “Este episodio tuvo un profundo efecto en su estado mental. Su hermana menor, Laura, también tenía problemas y fue ingresada en un manicomio cerca de Ekeberg (el lugar desde el que se pintó el cuadro”, añaden.
Munch, dicen los expertos, solo pudo haber visto una puesta de sol afectada por la erupción del Krakatoa entre finales de noviembre de 1883 y antes de marzo de 1886, cuando los atardeceres volcánicos desaparecieron del norte de Europa. La primera vez en que la obra se expuso al público fue en Berlín en el invierno de 1893.
“Las nubes nacaradas, por su parte, generan cielos muy dramáticos y son más notables a medida que se pone el sol, cuando el color se enrojece y ciertamente podría describirse como “rojo sangre. Este fenómeno se ha documentado en al menos cinco ocasiones en 1892, y son habituales en la zona donde residió el pintor”, señalan los expertos.
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