Sónia Cunha
Licenciada en Historia del Arte
En la Capilla Sixtina se encuentra una de las obras más emblemáticas del Renacimiento italiano, cuya fama se ha extendido a lo largo del mundo. El techo de la Capilla Sixtina fue pintado al fresco por Michelangelo Buonarroti, popularmente conocido como Miguel Ángel en la lengua castellana. Este trabajo fue encargado al artista por el Papa Julio II (1443-1513).
Como Miguel Ángel manifestaba una declarada preferencia por la escultura, disciplina a la que consideraba un arte superior y por la que era realmente reconocido, aceptó el encargo del Papa con reticencia.
La obra comenzó a pintarse en el año 1508 y se terminó en el año 1512, y se convirtió en lo que sería una hazaña artística impresionante, tomando en cuenta que Miguel Ángel hizo la totalidad del trabajo solo.
Análisis de las pinturas del techo
La división principal del techo está hecha en nueve paneles que representan las escenas del libro del Génesis. La elección del tema teológico establece una relación entre los principios de la historia humana y la venida de Jesucristo, aun cuando este no se encuentra presente en la composición pictórica del techo.
Las figuras, aunque pictóricas, están influenciadas por la perspectiva escultórica del artista y, al mismo tiempo, se percibe la importancia del dibujo. De la misma forma, las imágenes revelan el dominio del artista en la representación y el conocimiento de la anatomía humana.
Estas figuras son predominantemente robustas, enérgicas y poderosas, aunque elegantes. A lo ancho del espacio las imágenes gigantescas y musculosas se contorsionan de forma casi imposible, lo que otorga movimiento a toda la composición y también una gran energía.
Esta vivacidad de la composición es ciertamente una evidencia del momento histórico que Italia vivía y que se expandía por toda Europa. No se trataba solo del renacimiento del arte clásico, sino también de un redescubrimiento de la filosofía griega y el humanismo.
Una nueva Europa estaba naciendo, dejando atrás la Edad Media y abriendo la Edad Moderna, que hizo del ser humano el centro del mundo, lo que se llamó antropocentrismo.
Los nueve paneles cuentan la historia de la creación. El primero representa la separación de la luz y las tinieblas; el segundo retrata la creación del sol, de la luna y de los planetas; el tercero representa el momento en que la tierra es separada del mar.
La creación de Adán
El cuarto panel del techo está dedicado a la creación de Adán, y es una de las imágenes más difundidas y reconocidas mundialmente. Aquí Adán yace lánguidamente recostado, como si le faltara energía, obligando a Dios a dar el último esfuerzo para tocar los dedos de Adán y poderle dar una chispa de vida.
Al contrario de la figura aparentemente perezosa de Adán, Dios está dotado de movimiento y energía y hasta sus cabellos se mueven con una brisa invisible. Debajo de su brazo izquierdo, Dios sostiene a Eva íntimamente. Eva espera con paciencia a que Adán reciba la luz de la vida para que ella pueda recibirla también.
En el quinto panel (el central) se ve por fin la creación de Eva; en el sexto se representa la expulsión del paraíso de Adán y Eva; en el séptimo se representa el sacrificio de Noé; en el octavo, el diluvio universal y en el noveno, finalmente, la embriaguez de Noé.
A los lados de los paneles se representan alternadamente a los profetas (Zacarías, Joel, Isaías, Ezequiel, Daniel, Jeremías y Jonás) y a las sibilas (Délfica, Eritrea, Cumana, Pérsica y Líbica). Miguel Ángel hace así una yuxtaposición entre el cristianismo y el paganismo, lo que algunos críticos interpretan como un modo sutil de criticar a la Iglesia Católica.
Los paneles, así como el resto de la composición pictórica, están enmarcados por elementos arquitectónicos pintados con extremo realismo y con los cuales las figuras interactúan. Algunos se sientan y otros se recuestan sobre estos elementos de arquitectura falsos.
En las cuatro esquinas del techo, llamadas pechinas, se observa también la representación de las cuatro historias emblemáticas de la salvación de Israel y, esparcidas por el centro de la composición, se observan veinte figuras masculinas desnudas sentadas, conocidas como "Ignudi", un nombre atribuido por el propio artista.
Estas figuras aparecen en pares de cuatro, rodeando cinco de los nueve paneles del techo, específicamente aquellos que representan la embriaguez de Noé, el sacrificio de Noé, la creación de Eva, la separación del mar y la tierra y la separación de la luz y las tinieblas.
El juicio final
Miguel Ángel regresó a la Capilla Sixtina más de 20 años después para ejecutar el fresco El juicio final (1536-1541), el cual está ubicado en la pared del altar. Este trabajo fue encomendado a Miguel Ángel por el Papa Clemente VII (1478-1534), pero la obra solo iniciaría después de la muerte de este, durante el pontificado de Paulo III (1468-1549).
Contrastando con la vitalidad, el ritmo y la energía radiante de los frescos del techo, la representación del juicio final es sombría y, al mismo tiempo, es una composición de cuerpos sin real estructura. En total están representados trescientos noventa cuerpos que originalmente iban desnudos, incluida la Virgen María.
La composición es dominada por la figura central de un Cristo juez implacable y temible. En el fondo el cielo se rasga y en la parte inferior los ángeles tocan trompetas anunciado el juicio final.
Al lado de Cristo la Virgen mira al lado como negándose a enfrentar el caos, la misera, el sufrimiento y el hecho de que los pecadores serán lanzados al infierno.
Una de las figuras representadas es San Bartolomé, quien sostiene en una mano el cuchillo de su sacrificio y en la otra su piel desollada, en la cual Miguel Ángel pinta su propio rostro. Así, la cara deformada de la piel desollada es la del artista, quizá con la intención de hacer una metáfora sobre su alma torturada.
Las diferencias entre las pinturas del techo y de la pared del altar están relacionadas con el contexto cultural y político en la época de realización.
En ese momento Europa vivía una crisis espiritual y política. Comenzaban los años de la Reforma que darían lugar a la división de la Iglesia, ante lo cual esta composición parece una advertencia a los enemigos de la Iglesia. No hay perdón, pues Cristo es implacable.
Como Miguel Ángel pintó estas figuras desnudas, la controversia se hizo mayor con los años, y muchos acusaron a la Iglesia de hipocresía y juzgaron la obra como pornográfica.
Durante más de veinte años los difamadores de la obra se dedicaron a esparcir la idea de que la Iglesia estaba protegiendo un discurso pornográfico en una de sus principales instalaciones, lo que fue acompañado de una campaña para destruir las imágenes.
Temiendo lo peor, el Papa Clemente VII encomendó que algunos de los cuerpos desnudos de la composición se repintaran, en un intento por preservar la obra y evitar la destrucción. Este trabajo fue realizado por Daniele da Volterra en el año en que murió Miguel Ángel.
Trabajos de restauración
Las intervenciones de restauración hechas a la Capilla Sixtina entre 1980 y 1994, revelaron un lado de Miguel Ángel que había sido ignorado por los historiadores involuntariamente.
Hasta ese momento, los elementos exaltados por la crítica se reducían a las formas y el dibujo en detrimento del color. Pero la limpieza de siglos de suciedad y humo de las velas reveló una vibrante paleta de colores en la obra original de Miguel Ángel. De esta forma se probó que el artista no solo era un genio del dibujo y de la escultura, sino también un excelente colorista al nivel de Leonardo da Vinci.
La Capilla Sixtina
La Capilla Sixtina (1473-1481) se encuentra en la residencia oficial del Papa llamada Palacio Apostólico del Vaticano. Su construcción fue inspirada en el Templo de Salomón. Es allí donde el Papa celebra la misa puntualmente y es también allí que el cónclave se reune para elegir al nuevo pontífice.
La Capilla sirvió de taller para algunos de los mayores artistas del Renacimiento italiano, no solo Miguel Ángel. Entre ellos se cuentan Rafael, Bernini y Botticelli. Pero es innegable que hoy la simple mención de la Sixtina nos remite a los grandiosos frescos del techo y del altar ejecutados por Miguel Ángel.
Licenciada en Historia del Arte
En la Capilla Sixtina se encuentra una de las obras más emblemáticas del Renacimiento italiano, cuya fama se ha extendido a lo largo del mundo. El techo de la Capilla Sixtina fue pintado al fresco por Michelangelo Buonarroti, popularmente conocido como Miguel Ángel en la lengua castellana. Este trabajo fue encargado al artista por el Papa Julio II (1443-1513).
Visión general del techo de la Capilla Sixtina.
Como Miguel Ángel manifestaba una declarada preferencia por la escultura, disciplina a la que consideraba un arte superior y por la que era realmente reconocido, aceptó el encargo del Papa con reticencia.
La obra comenzó a pintarse en el año 1508 y se terminó en el año 1512, y se convirtió en lo que sería una hazaña artística impresionante, tomando en cuenta que Miguel Ángel hizo la totalidad del trabajo solo.
Análisis de las pinturas del techo
La división principal del techo está hecha en nueve paneles que representan las escenas del libro del Génesis. La elección del tema teológico establece una relación entre los principios de la historia humana y la venida de Jesucristo, aun cuando este no se encuentra presente en la composición pictórica del techo.
Las figuras, aunque pictóricas, están influenciadas por la perspectiva escultórica del artista y, al mismo tiempo, se percibe la importancia del dibujo. De la misma forma, las imágenes revelan el dominio del artista en la representación y el conocimiento de la anatomía humana.
Estas figuras son predominantemente robustas, enérgicas y poderosas, aunque elegantes. A lo ancho del espacio las imágenes gigantescas y musculosas se contorsionan de forma casi imposible, lo que otorga movimiento a toda la composición y también una gran energía.
Esta vivacidad de la composición es ciertamente una evidencia del momento histórico que Italia vivía y que se expandía por toda Europa. No se trataba solo del renacimiento del arte clásico, sino también de un redescubrimiento de la filosofía griega y el humanismo.
Una nueva Europa estaba naciendo, dejando atrás la Edad Media y abriendo la Edad Moderna, que hizo del ser humano el centro del mundo, lo que se llamó antropocentrismo.
Los nueve paneles cuentan la historia de la creación. El primero representa la separación de la luz y las tinieblas; el segundo retrata la creación del sol, de la luna y de los planetas; el tercero representa el momento en que la tierra es separada del mar.
La creación de Adán
El cuarto panel del techo está dedicado a la creación de Adán, y es una de las imágenes más difundidas y reconocidas mundialmente. Aquí Adán yace lánguidamente recostado, como si le faltara energía, obligando a Dios a dar el último esfuerzo para tocar los dedos de Adán y poderle dar una chispa de vida.
Al contrario de la figura aparentemente perezosa de Adán, Dios está dotado de movimiento y energía y hasta sus cabellos se mueven con una brisa invisible. Debajo de su brazo izquierdo, Dios sostiene a Eva íntimamente. Eva espera con paciencia a que Adán reciba la luz de la vida para que ella pueda recibirla también.
En el quinto panel (el central) se ve por fin la creación de Eva; en el sexto se representa la expulsión del paraíso de Adán y Eva; en el séptimo se representa el sacrificio de Noé; en el octavo, el diluvio universal y en el noveno, finalmente, la embriaguez de Noé.
A los lados de los paneles se representan alternadamente a los profetas (Zacarías, Joel, Isaías, Ezequiel, Daniel, Jeremías y Jonás) y a las sibilas (Délfica, Eritrea, Cumana, Pérsica y Líbica). Miguel Ángel hace así una yuxtaposición entre el cristianismo y el paganismo, lo que algunos críticos interpretan como un modo sutil de criticar a la Iglesia Católica.
Los paneles, así como el resto de la composición pictórica, están enmarcados por elementos arquitectónicos pintados con extremo realismo y con los cuales las figuras interactúan. Algunos se sientan y otros se recuestan sobre estos elementos de arquitectura falsos.
En las cuatro esquinas del techo, llamadas pechinas, se observa también la representación de las cuatro historias emblemáticas de la salvación de Israel y, esparcidas por el centro de la composición, se observan veinte figuras masculinas desnudas sentadas, conocidas como "Ignudi", un nombre atribuido por el propio artista.
Estas figuras aparecen en pares de cuatro, rodeando cinco de los nueve paneles del techo, específicamente aquellos que representan la embriaguez de Noé, el sacrificio de Noé, la creación de Eva, la separación del mar y la tierra y la separación de la luz y las tinieblas.
El juicio final
Miguel Ángel regresó a la Capilla Sixtina más de 20 años después para ejecutar el fresco El juicio final (1536-1541), el cual está ubicado en la pared del altar. Este trabajo fue encomendado a Miguel Ángel por el Papa Clemente VII (1478-1534), pero la obra solo iniciaría después de la muerte de este, durante el pontificado de Paulo III (1468-1549).
Contrastando con la vitalidad, el ritmo y la energía radiante de los frescos del techo, la representación del juicio final es sombría y, al mismo tiempo, es una composición de cuerpos sin real estructura. En total están representados trescientos noventa cuerpos que originalmente iban desnudos, incluida la Virgen María.
La composición es dominada por la figura central de un Cristo juez implacable y temible. En el fondo el cielo se rasga y en la parte inferior los ángeles tocan trompetas anunciado el juicio final.
Al lado de Cristo la Virgen mira al lado como negándose a enfrentar el caos, la misera, el sufrimiento y el hecho de que los pecadores serán lanzados al infierno.
Una de las figuras representadas es San Bartolomé, quien sostiene en una mano el cuchillo de su sacrificio y en la otra su piel desollada, en la cual Miguel Ángel pinta su propio rostro. Así, la cara deformada de la piel desollada es la del artista, quizá con la intención de hacer una metáfora sobre su alma torturada.
Las diferencias entre las pinturas del techo y de la pared del altar están relacionadas con el contexto cultural y político en la época de realización.
En ese momento Europa vivía una crisis espiritual y política. Comenzaban los años de la Reforma que darían lugar a la división de la Iglesia, ante lo cual esta composición parece una advertencia a los enemigos de la Iglesia. No hay perdón, pues Cristo es implacable.
Como Miguel Ángel pintó estas figuras desnudas, la controversia se hizo mayor con los años, y muchos acusaron a la Iglesia de hipocresía y juzgaron la obra como pornográfica.
Durante más de veinte años los difamadores de la obra se dedicaron a esparcir la idea de que la Iglesia estaba protegiendo un discurso pornográfico en una de sus principales instalaciones, lo que fue acompañado de una campaña para destruir las imágenes.
Temiendo lo peor, el Papa Clemente VII encomendó que algunos de los cuerpos desnudos de la composición se repintaran, en un intento por preservar la obra y evitar la destrucción. Este trabajo fue realizado por Daniele da Volterra en el año en que murió Miguel Ángel.
Trabajos de restauración
Las intervenciones de restauración hechas a la Capilla Sixtina entre 1980 y 1994, revelaron un lado de Miguel Ángel que había sido ignorado por los historiadores involuntariamente.
Hasta ese momento, los elementos exaltados por la crítica se reducían a las formas y el dibujo en detrimento del color. Pero la limpieza de siglos de suciedad y humo de las velas reveló una vibrante paleta de colores en la obra original de Miguel Ángel. De esta forma se probó que el artista no solo era un genio del dibujo y de la escultura, sino también un excelente colorista al nivel de Leonardo da Vinci.
La Capilla Sixtina
La Capilla Sixtina (1473-1481) se encuentra en la residencia oficial del Papa llamada Palacio Apostólico del Vaticano. Su construcción fue inspirada en el Templo de Salomón. Es allí donde el Papa celebra la misa puntualmente y es también allí que el cónclave se reune para elegir al nuevo pontífice.
La Capilla sirvió de taller para algunos de los mayores artistas del Renacimiento italiano, no solo Miguel Ángel. Entre ellos se cuentan Rafael, Bernini y Botticelli. Pero es innegable que hoy la simple mención de la Sixtina nos remite a los grandiosos frescos del techo y del altar ejecutados por Miguel Ángel.
Escena La creación de Adán.
Antes y después de la restauración. Detalle.
Detalle del fresco El juicio final.
Escena El juicio final.
Miguel Ángel Buonarotti
Miguel Ángel (1475-1564) fue uno de los mayores artistas del Renacimiento y es considerado uno de los mayores genios del arte de todos los tiempos. Aún en vida gozaba de tal reconocimiento y él mismo se atribuía capacidades por encima de la media.
De trato difícil, su genialidad fue reconocida desde que era muy joven. Frecuentó el taller de Domenico Ghirlandaio y a los 15 años Lorenzo II de Medici lo tomó bajo su protección.
Fue un humanista y sentía fascinación por la herencia de la antigüedad clásica, que en aquel momento pasaba por la más importante fase de revisionismo histórico. Por ende, la obra de Miguel Ángel se centró en la imagen humana como vehículo de expresión. Esa preferencia es evidencia indiscutible de la fuerte influencia que tuvo la escultura clásica en el artista.
(Texto traducido por Andrea Imaginario).
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