Michelangelo Merisi da Caravaggio, pintor revolucionario, artista provocador, persona inquieta de caracter pendenciero, genio incomprendido, loco violento, hombre atormentado, que crearía él solo un estilo, el barroco, e influiría (y todavía influye) en todo el arte posterior, de Velázquez al Scorsese de «Malas Calles».
Su vida transcurrió entre la pintura y las peleas, y en las dos artes era extremadamente bueno.
Su vida transcurrió entre la pintura y las peleas, y en las dos artes era extremadamente bueno.
El renacimiento llegaba a su fin y un joven Caravaggio empezó a utilizar técnicas tenebristas, que seguramente se acercaban más a su personalidad oscura. Parece ser que vio el potencial expresivo de las sombras y buscó inspiración en la vida misma, por fea que esta pudiese parecer.
Muy joven todavía, decide irse a Roma, según los biógrafos: «Senza denari e pessimamente vestito», pero la ciudad en plena contrarreforma apreció su estilo teatral frente a la sobriedad protestante y Caravaggio pudo vivir holgadamente practicando la pintura religiosa.
Muy joven todavía, decide irse a Roma, según los biógrafos: «Senza denari e pessimamente vestito», pero la ciudad en plena contrarreforma apreció su estilo teatral frente a la sobriedad protestante y Caravaggio pudo vivir holgadamente practicando la pintura religiosa.
Sus características formas de pintar fueron, como todo lo revolucionario, en principio no entendido y después imitado. En primer lugar renuncia a todo tipo de idealismo, representando a profetas y santos como gente real,sirviéndose de modelos de la calle. La polémica fue enorme: santos como mendigos, vírgenes como prostitutas… Además vestidos con ropas contemporáneas. Pero el pintor capta perfectamente la fuerza psicológica de esos personajes, resaltando sus rostros con una intensa luz y envolviendo los fondos en tinieblas.
Sin embrago, y pese a las polémicas (o quizás gracias a ellas) sus cuadros comienzan a ser objeto de interés por los coleccionistas y de repente el naturalismo extremo se convierte en tendencia.
Sin embrago, y pese a las polémicas (o quizás gracias a ellas) sus cuadros comienzan a ser objeto de interés por los coleccionistas y de repente el naturalismo extremo se convierte en tendencia.
En su vida fue igual de rebelde: las mismas luces y sombras. Envuelto siempre en peleas y excesos, gozó hasta la última gota de los bajos fondos de Roma. También era conocido por sus «limpiapinceles», jóvenes a los que «enseñaba» la pintura y la vida. En efecto Caravaggio era abiertamente bisexual, pero no el icono gay que muchos quisieron que fuera. El pintor nunca llegó a amar, por prudencia… Así tenía poco que perder.
Sus enemigos fueron aumentando y en una de sus reyertas diarias acabó con la vida de un mafioso local, Ranuccio Tomassoni. Huyendo de la policía y de los seguidores de Tomassoni, que juraron vendetta, se iría a Nápoles donde viviría unos años, enfrascándose en más problemas. A los 36 años partió de regreso a su añorada Roma, pero no logró llegar a verla. Murió débil y sólo, quemado, sin imaginar que 400 años después estaría en el top 10 de los más grandes artistas de la historia.
Sus enemigos fueron aumentando y en una de sus reyertas diarias acabó con la vida de un mafioso local, Ranuccio Tomassoni. Huyendo de la policía y de los seguidores de Tomassoni, que juraron vendetta, se iría a Nápoles donde viviría unos años, enfrascándose en más problemas. A los 36 años partió de regreso a su añorada Roma, pero no logró llegar a verla. Murió débil y sólo, quemado, sin imaginar que 400 años después estaría en el top 10 de los más grandes artistas de la historia.
Baco adolescente
Baco es barroco
- Título original: Bacco adolescente
- Museo: Galleria Uffizi, Florencia (Italia)
- Técnica: Óleo (95 x 85 cm.)
- Escrito por: Andrea Fischer
Es indiscutible la intención de Caravaggio con Baco (1595). No únicamente hace gala de un escorzo perfecto —véase la fuerza de los músculos tensos, la soltura con la que se desliza la tela sobre su pecho fornido—, sino el carácter de festejo desenfrenado que retorcía a la capital italiana durante el siglo XVII. Está la fruta, está el vino y, sobre todo, está la mirada seductora del dios del libertinaje, que parece sostener una promesa de sobriedad perdida en la mano izquierda, dentro de la copa que ofrece a sus invitados.
El personaje encarna las características que definen al maestro milanés: está el manejo perfecto de la tridimensionalidad, el carácter sensorial de los elementos representados, y esa manera tan particular de Caravaggio de aterrizar en un plano terreno aquello que se tiene como sagrado. Baco no es más que un anfitrión más de los bacanales romanos en la pieza: ése que siempre invita otra copita, ése que se ríe con todos los presentes, ése que está dispuesto a otro trago más.
Baco mira al espectador con las mejillas sonrosadas. Es la sonrisa de la vida laxa, de la vida suave, de la vida de la fiesta y del lujo de la buena fortuna. Se le ve fuerte, vigoroso, atento a las necesidades más instintivas del cuerpo. Y con esa misma soltura desobligada, ofrece una copa de vino, a manera de invitación para formar parte de la bonanza. Todo él es goce: seda fina, fruta madura y mirada difusa, quizá, por la influencia del alcohol que le tiñe los dedos de rojo. Baco es bonanza. Baco es fiesta. Baco es barroco. Baco es Roma.
Fuente: Historia arte.com
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