En el pasado, la inexistencia de cámaras obligaba a los monarcas a dejar constancia de su poder y su apariencia a través de la pintura: aproximadamente desde el siglo XV en adelante, las casas reales europeas se disputaban la exclusividad de los pintores más reputados para hacer realidad sus retratos, que aspiraban a colgar en las paredes de sus palacios y salones.
En el contexto de las monarquías actuales, el último personaje en protagonizar esta tradición, que se mantiene por herencia y no por carencias tecnológicas, ha sido Carlos III: poco después de un año desde su coronación, el actual rey de Inglaterra ha tenido el honor de destapar su primer retrato oficial, pintado por el artista Jonathan Yeo.
El acontecimiento ha tenido lugar en el Palacio de Buckingham, donde la obra podrá ser visitada hasta el 14 de junio, antes de ser trasladada al Draper's Hall de Londres para ser colocado junto a los retratos de otros monarcas como la reina Victoria o Eduardo VII. Teñida en pinceladas de rojo y decorada con una mariposa, la obra busca enaltecer la conexión entre la gente y "el ser humano que hay debajo" de Carlos III, señala el artista.
EL ROJO Y LA MARIPOSA: UN RETRATO LLENO DE SÍMBOLOS
En un primer vistazo, el retrato no se parece en absoluto a otras representaciones de monarcas surgidas a lo largo de la historia. Sin embargo, se trata de un contraste con intenciones por parte del artista: "El color vivo de los esmaltes en el fondo [...] inyecta una sacudida dinámica y contemporánea en el género con su tono uniformemente poderoso", explica Yeo en el comunicado oficial.
El rojo vivo del fondo es, en realidad, una extensión del color del uniforme que viste el monarca: el de la Guardia Galesa, de la que Carlos III fue nombrado coronel en 1975. Así, el esparcimiento de la pintura viene dado, por un lado, por el estilo característico de Jonathan Yeo -quien ha sido también retratista de personajes como Tony Blair o Malala Yousafzai-, y por otro, por poner "mayor énfasis en capturar el carácter y la esencia de sus sujetos en lugar de replicar su apariencia literal".
Por su parte, la mariposa monarca -una de las especies más afectadas por el cambio climático- no es un elemento azaroso en el retrato, sino que representa las causas medioambientales en las que Carlos III se ha involucrado a lo largo de su vida, y además remite a la narrativa sobre la metamorfosis que experimentó el protagonista -al pasar de príncipe a rey- durante el desarrollo de la obra.
La tradición, sin embargo, también tiene un gran e inevitable peso en el retrato, aunque puede pasar desapercibida por la viveza de los colores. En este, el rey es representado con un traje militar y con una espada en la mano, algo más característico en los retratos reales que nos deja la historia del arte.
LOS RETRATOS REALES: DONDE EL PODER Y EL ARTE SE ENCUENTRAN
Desde su aparición, aproximadamente entre los siglos XIV y XV para la mayoría de casos, las monarquías europeas han jugado un papel fundamental en la historia del arte: la intención de promover la cultura de su territorio, mezclada con elevadas dosis de vanidad, llevó a las casas reales a desempeñar el rol de mecenas y, con ello, apoyar los proyectos artísticos de pintores que han logrado trascender las fronteras de su tiempo.
Por ejemplo, se dice que Felipe IV de España se enamoró del arte de Peter Paul Rubens, por lo que le encargó pintar a los personajes de su corte. Y también que, a mediados del siglo XIX, los miembros de la nobleza se desesperaban por encontrar un hueco en la agenda del artista alemán Franz Xavier Winterhalter, quien llegó a pintar casi 120 retratos para la reina Victoria.
Pero, a pesar de la presión que pudieran ejercer, los monarcas y las personalidades con autoridad -también Papas o emperadores- sabían bien que, cuando elegían a un artista para representarlos, debían confiar plenamente en su estilo.
Esto explica que, tal y como te contamos en este artículo, Inocencio X quedase satisfecho con el retrato de carácter severo e irascible que le pintó Diego Velázquez, cuyas pinturas adquirieron la fama de ser "la verdadera imitación de la naturaleza", según habrían dicho los contemporáneos. Asimismo, como máxima expresión de las licencias que los artistas podían tomarse a la hora de retratar soberanos, encontramos el retrato "vegetal" realizado a Rodolfo II de Habsburgo por Giuseppe Arcimboldo, un pintor conocido por combinar la fisonomía con el pintoresco mundo de las plantas, las flores y las frutas.
A su lado, el retrato de Carlos III no parece tan arriesgado: más bien es una prueba evidente de la libertad que Jonathan Yeo habría experimentado a lo largo de su proceso creativo, que acaba de finalizar con la exitosa publicación de su obra. Con esto, lejos de la posible crítica popular, la nueva incorporación del Draper's Hall no solo ha contado con la satisfacción del rey, sino también de la persona que mejor lo conoce, su reina consorte.
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